domingo, 22 de junio de 2008

El tren esta en marcha

La central de trenes es fria, las paredes blancas, enmohecidas, las bancas de madera, las puertas cuelgan y rechinan al ser abiertas, es pequeña, habra unas 15 personas en la sala de espera, un matrimonio de ancianos despiden efusibamente a su hijo que va para el norte -viaja con poco equipaje y viste pantalon de mezclilla, una camiza de cuadros y una chamarra abrigadora, lleva en la manos un papel con los datos del coyote que lo ha de pasar al otro lado-. Al fondo de la sala una mujer de unos treinta años con los cabellos lacios, trata de mantener en calma a sus hijos; son tres niños pequeños de entre los 3 y 6 años, brincan, juegan, lloran, ensucian sus caras con lagrimas lodo y mucosidad. Miro al anden tratando encontrar una salida a esta realidad, nada.
No hay señal del tren, me dirijo al norte a un pequño pueblo donde he conseguido trabajo, ha sido un proceso muy extraño, hasta hace una semana pensaba que trabajaria en la ciudad, ahora resulta que la imprenta esta en un pueblo en medio del bosque, cosa que tambien a mi me parece extraña, pero los negocios suceden en los lugares menos esperados. San Carlos, es le nombre del poblado al que me dirijo, segun las fotografias que me han mostrado, no es tan pequeño, tiene el aspecto de una villa, las casas son blancas y los techos de teja, las calles empedradas y solo hay dos formas de acceso; la dificil atraves de la carretera que en realidad es un vereda de lodo, que no puede ser usada en estos meses, ya que las camionestas sulen quedarse atascadas, la otra en tren, y aqui estoy.
Miro nuevamente al anden, hay en la orilla al final, una pareja que viste gabardina de piel, y sombreros, lucen como los personajes clasicos de historias de detectives, porfin logro ver la locomotora, que impresionante es ese sonido.